Fue reina del Reino Unido desde su ascenso al trono en febrero de 1952, hasta su muerte en septiembre de 2022, además de la soberana de los Estados independientes constituidos en reino que forman, o formaron, parte de la Mancomunidad de Naciones. Su reinado de más de siete décadas fue más duradero que el de cualquier otro monarca británico, el segundo más extenso de la historia por detrás de Luis XIV de Francia y el más largo verificado de una mujer.
Fue la principal figura política de los cincuenta y cuatro países miembros de la Mancomunidad de Naciones. En su rol específico como monarca del Reino Unido fue, a su vez, la gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra. Su papel político abarcó grandes áreas, tuvo funciones constitucionales significativas y actuó como foco de la unidad nacional de los británicos y como representante de su nación ante el mundo.